El estallido, reventón o revuelta social iniciado en Chile el 18 de octubre de 2019 ha significado muchas cosas sobre las que ya se ha escrito, en días bastante próximos al inicio del estallido, y sobre las que seguramente se seguirá escribiendo por mucho tiempo. Esto porque nos ha sorprendido, remecido, “nos ha despertado”, activando expectativas, esperanzas y proyecciones que hasta hace un tiempo solo se dibujaban en los imaginarios de personas y grupos acotados, incluso atomizados, anidados en los distintos movimientos sociales que germinaron en la posdictadura y con anterioridad. Al mismo tiempo, ha despertado la memoria del pasado, de las protestas de mediados de los 80s y de la articulación y respuesta al plebiscito de 1988, generando reflexiones para conducirnos por caminos que se diferencien de los ya transitados, si eso es posible.

También ha significado una nueva relación tiempo-espacio, en la vida cotidiana, en las formas de protesta, en la articulación social y política, en la forma de hablar y expresarnos, y en la manera de habitar espacios que nos eran conocidos y comunes: calles, barrios, poblaciones, y la Plaza Baquedano-Italia, hoy Plaza de la Dignidad, campo de lucha material y simbólica que condensa lo que ha sucedido en el país en estos tres meses. 

Les jóvenes son el actor detonante de lo acontecido. Jóvenes herederos y herederas de una historia, que se teje en la lucha social y política de generaciones pasadas, transmitida por sus madres, padres, abuelos y abuelas. Proyección, también, de las luchas estudiantiles de la posdictadura donde las y los jóvenes se han desempeñado como sujeto histórico central, tal es la continuidad que se aprecia entre la generación pingüina del 2006 hasta hoy. Y que al mismo tiempo se actualiza y se hace propia de una generación a la que se intentó despolitizar a través del desmantelamiento de los contenidos de la educación formal y de la profundización y naturalización del modelo, pero que finalmente llevó a que los no politizados fueran conformando una posición antisistema enraizada en la experiencia familiar endeudada, frágil y al borde de la sobrevivencia. La experiencia familiar politizada se encuentra con la experiencia familiar precarizada, que se hace totalmente política, se fusiona y saca a les jóvenes a la calle por ellos y por los suyos.

De esta manera, el estallido social converge con lo que ya estaba sembrado, una serie de movimientos sociales que cuestionan las bases del sistema económico, político y social, que se expresan en el movimiento estudiantil, en el movimiento NO + AFP, en el movimiento mapuche, en movimientos territoriales frente a conflictos ambientales, en el movimiento de las disidencias sexuales, y en el movimiento de derechos humanos y de memoria, entre otros significativos como el movimiento feminista. Convergencia que no solo apela a ideas, sino que a prácticas concretas de hacer, organizarse y manifestarse. Desde ahí, y en el calor de lo nuevo que convoca, se han levantado y re articulado, espacios de convivencia, resistencia y rebeldía: asambleas territoriales, cabildos, conversaciones con las y los próximos, movilizaciones masivas en todo el país, enfrentamientos directos con las fuerzas represivas, y el primer boicot a la PSU. Lo que expresa un acervo acumulado que el pueblo, la puebla, le pueble chileno ha almacenado a lo largo de distintas disputas y que hoy permite sostener una posibilidad, dotándola de nuevos aprendizajes, prácticas y nomenclaturas, basadas en la experiencia vivida. 

El proyecto político del pueblo chileno, finalmente se ha condensado en la calle, en el lugar del quiltro matapacos, mestizo, heredero de la construcción callejera presente y pasada. Se fue armando en las marchas precedentes, en la gran marcha y se asentó en los territorios, en las asambleas, cabildos, encuentros y en la Dignidad, en la Plaza, sitio que reniega de la normalidad pasada y que transformó la imagen país. Lo que viene es incierto, no por ello desconocido, y seguramente revisitará lo andamios precedentes, esperamos con nuevas y fuertes vigas para lo que viene.