Los aymara que habitan la región de Arica y Parinacota tienen como característica su vinculación ancestral con el territorio, dada por los mecanismos de complementariedad ecológica y articulación interzonal propios de la raíz cultural andina de la que forman parte. Actualmente, el pueblo Aymara reside en Perú, Bolivia y Chile. En Chile fueron víctimas de un proceso denominado ‘chilenización’, tendiente a la ‘desaymarización’ y ‘desperuanización’ de la zona altiplánica del país, y a su radicación en un territorio específico.

La escuela y el servicio militar fueron las principales vías para la chilenización. Las capellanías militares a principios de siglo y la inserción de contingentes militares en la figura de cuarteles o regimientos de frontera [1], fueron poderosas y su poder aumentó durante el período de la Dictadura Militar (1973- 1990). Esto ha llevado a que en el territorio altiplánico chileno sea muy evidente el efecto frontera, ‘hacer patria’, vivir en una zona que requiere militarización.

En concreto, lo que se realizó fue invisibilizar todo rasgo indígena, a partir del argumento de que se trataba de un territorio fronterizo que debía ‘transformarse’ en chileno, por lo que las fuerzas armadas toman gran relevancia en la construcción de una nueva identidad en el ser aymara nacional. Lo anterior, a través de la difusión de símbolos como la bandera o colores patrios [2] que quitaron valor a lo aymara, cuya población quedó con un fuerte componente de estigmatización y vergüenza en la expresión de su identidad.

En esta zona los valores y la iconografía nacional no dejaron lugar a la expresión de lo indígena. La normalización de lo chileno fue la matriz en que lo diverso tuvo que oscurecerse. La pérdida de la lengua es una de las principales consecuencias de este proceso. Sin embargo, los aymara han desarrollado diferentes estrategias de respuesta a este proceso de inducción forzosa en lo nacional, ya sea resistiéndose, resignificándolo o aceptándolo. Hoy se conciben como sujetos de derecho, del derecho de recuperar, revitalizar y sostener en el tiempo su cultura.

Entonces ¿qué posibilidades existen para la vida aymara de frontera?, ¿entre lo diverso y lo único?, ¿qué posibilidades existen para las culturas indígenas en Chile en marcos que, aún hoy, privilegian la seguridad nacional que protege al Estado nación? Esta noción de seguridad nacional no sólo rompe con la cultura indígena, sino que también rompe prácticas y continuos culturales de un grupo tan vasto territorialmente como el aymara, el  que hoy pertenece a tres países distintos. Imposible es olvidar la situación del pueblo mapuche, que refleja con toda la fuerza la idea de la frontera, donde lo militar es, nuevamente, instrumento para la invisibilización y estigmatización de los pueblos indígenas.

 

 

[1] Xavier Albó, 2000.  “Aymaras entre Bolivia, Perú y Chile”. Estudios Atacameños Nº 19, pp. 43-73. Universidad Católica del Norte. San Pedro de Atacama. Y Patricio Tudela, 2002. “El Estado y sociedad chilena ante los Aymaras de Tarapacá (I Región de Chile): Factores y consecuencias de su integración entre 1930-1973”. Documento de Trabajo Nº 24. Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato. Santiago. 2002. p. 3.

[2] Carlos Choque, 2013. Modesto Mena. Un plebiscitario irreductible de Ticnamar. Corporación Nacional de Desarrollo Indígena.