La Región de Arica y Parinacota es una de las más afectadas por la epidemia del VIH y el SIDA en Chile. Desde el año 1999 ha mantenido tasas de mortalidad sobre el promedio nacional, ocupando el primer lugar a nivel país. Además, en los últimos quinquenios la proporción de mujeres ha aumentado, especialmente en VIH en el período 2004 – 2008. Las cifras señalan que el 27,3% de los casos en la región son mujeres, porcentaje superior al del país que alcanza al 16%.

Frente a esta situación el Equipo Conjunto de Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA[1] ha estado contribuyendo al fortalecimiento de la respuesta a la epidemia en Arica y Parinacota desde el año 2008, en un proceso de cooperación técnica liderado por la Organización Panamericana de la Salud (OPS). De esta forma y en el marco del proyecto Conociendo la Epidemia del VIH/SIDA y la respuesta regional en Arica y Parinacota: producción, análisis y acción en base a información estratégica relacionada con las vulnerabilidades frente al VIH de las mujeres en la XV región, se realizaron en noviembre y octubre de 2011 Diálogos Participativos con mujeres de Arica para identificar las vulnerabilidades que ellas perciben frente al VIH, SIDA y las ITS, diálogos que fueron facilitados y analizados por un equipo de Germina, conocimiento para la acción, quien también entregó recomendaciones para el trabajo futuro en la región.

Los diálogos mencionados arrojaron interesantes resultados, considerando, además, que en ellos participaron mujeres jóvenes, mujeres adultas, mujeres adultas mayores, mujeres privadas de libertad, mujeres indígenas, mujeres afrodescendientes, mujeres migrantes, mujeres refugiadas y mujeres solicitantes de la condición de refugio. Lo que permitió identificar las diferencias y puntos coincidentes entre las distintas y distintivas formas de ser mujer en Arica.

Uno de los primeros resultados a destacar es la necesidad que manifiestan las mujeres participantes respecto a conversar y compartir visiones respecto a la sexualidad y el VIH/SIDA. Lo anterior, porque las mujeres manifiestan que estos temas son escasamente conversados y que se requiere compartir información, experiencias y poder despejar inquietudes, lo que ayudaría a prevenir estas enfermedades en la región. Por ello, la centralidad de llevar al espacio público y ciudadano la conversación en torno a estos temas vitales para la vida de las mujeres y su entorno, integrando a más actores a dicha conversación como jóvenes, hombres y mujeres, y hombres adultos.

Podemos ver también, a partir de los diálogos participativos, que existe en Arica un sistema de relaciones entre hombres y mujeres aún motivados por visiones convencionales y rígidas (patriarcales), que definen desigualdades en la distribución material, el reconocimiento, los roles y el poder entre los géneros y –por supuesto- también en la forma de vivir la sexualidad. En este sentido, aunque las mujeres participantes presentan puntos en común que apelan a vulnerabilidades que pueden ser abordadas en conjunto, también presentan especificidades que deben ser consideradas especialmente de acuerdo a su edad, etnia y condición de vida en Chile y los imperativos de género.

Este mismo sistema de relaciones, hace que la visión predominante en el ámbito de la sexualidad sea la heteronormativa, es decir, se establece una relación única y direccional entre identidad de género, orientación e identidad sexual; lo que invisibiliza un conjunto de vivencias de la sexualidad y de vulnerabilidades importantes al hablar de VIH e ITS.

Por otro lado, a pesar de las altas tasas de VIH en la región se evidenció en los diálogos la presencia de una falsa seguridad, es decir, la persistente identificación de que el riesgo lo corren “otros” no “yo”; esto se ha conocido como la gestión simbólica del riesgo que quiere decir que las personas siempre hacen un esfuerzo consciente o inconsciente para sentirse seguras y tranquilas con las decisiones que toman, cuando están enfrentadas a riesgos, teniendo una sensación de falsa seguridad. En este caso atribuyendo la situación de riesgo a cierto tipo de personas como “jóvenes” y “drogadictos” sin asumir la propia condición de vulnerabilidad. La que se expresa, además, significativamente en la característica de alta movilidad poblacional de la región por la actividad económica (minería), ciudad fronteriza (flujos de población) y otras actividades como la presencia de regimientos, lo que hace que las parejas vivan largos períodos separadas.

Surge también la necesidad de entender que la vivencia de la sexualidad de una persona no es única ni fija, sino que más bien esta obedece a una relación dinámica dada por la propia experiencia vital de las personas. Así por ejemplo, surge en los diálogos con las mujeres que frente al trabajo que deben hacer los hombres fuera de la ciudad, existen largos períodos donde las parejas están separadas y la vida sexual adquiere un dinamismo distinto que la experiencia de la pareja única. Asimismo, los contextos laborales de predominio masculino, abren espacio a la posibilidad de que los hombres tengan sexo con hombres aunque no tengan una identidad homosexual.

Otro punto importante es la relación que las mujeres ven entre la institucionalidad encargada de estos temas y la situación real que vive la población. De esta forma, se percibe como un error que la sexualidad –en los centros de salud, por ejemplo- se encuentre asociada a la prevención del embarazo principalmente y no se aborde la prevención del VIH y otras ITS. Por ello, consideran que existen muy pocas instancias de información y retroalimentación entre la institucionalidad y la ciudadanía. Además, presentan una visión crítica respecto a las campañas de prevención del VIH, ya que las consideran centralistas y alejadas de la comunidad local, por lo tanto poco pertinentes.

De esta forma, entre las principales recomendaciones resultantes del Estudio se encuentra el fortalecer y apoyarse en el capital social, político y cultural de las mujeres de Arica, es decir, en su disposición a participar, de acceder a las redes de las que forman parte y a su conocimiento privilegiado respecto a las realidades específicas de cada grupo de mujeres. Asimismo, surge la necesidad de profundizar a través de estudios particulares en las vivencias de los distintos grupos de mujeres de la región, que aunque pueden presentar puntos en común, también manifiestan diferencias.

Es central también generar campañas de información ciudadanas y pertinentes que puedan responder a las inquietudes locales, así como la siempre importante y clave tarea de fortalecer a funcionarios y funcionarias en estos temas, no sólo aquellos vinculados al área salud, si no que a un conjunto más amplio de organismos estatales que trabajan directamente con la población.

Además, y desde un enfoque de derecho, surge el imperativo de la participación de la ciudadanía en los asuntos de interés público que las afectan y convocan.

 


[1] Conformado por la Organización Panamericana de la Salud (OPS); la Organización Internacional del Trabajo (OIT); la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO); el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA); el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD); el Programa Mundial de Alimentos (PMA); la Oficina de Naciones Unidas para la población refugiada (ACNUR); la Oficina de Naciones Unidas sobre la droga y el delito (UNODC) y el Programa Conjunto de Naciones Unidas sobre el SIDA (ONUSIDA).